lunes, 30 de abril de 2012

Cartas de amor


Madrid, 20 de abril de 1951
Querido Antonio:
                                 Se que no debo, pero aún así no puedo evitar imaginarte, soñarte, pensarte… Cierro los ojos y veo tus dedos recorriéndome la piel, siento tus besos quemándome los labios…
Duele pensarte. Verte. No tenerte. No sentirte. Recordarte.
Cuando nos encontramos todo mi cuerpo quiere correr a refugiarse entre tus brazos, a sentarme a tu lado, acurrucada, aún en silencio, cerca tuyo, pegados. Acariciarte, besarte. Sentir nuestras almas conversando sin palabras, una comunión única de dos seres que se aman.
No entiendo las reglas del juego, ni quien reparte las cartas. No comprendo porque la suerte está echada y nada podemos hacer para cambiarla.
Me pregunto cómo seguir, y no encuentro ninguna respuesta. La sociedad tiene sus reglas, que debemos acatar aunque no las entienda. Lo sé. Ese no es consuelo alguno, al contrario es el motivo que hace hervir mi sangre.
Necesitaba que supieras que a pesar de todo te sigo soñando, pensando, amando.

                                                                                                                   Un amor que no te olvida,
                                                                                                                                      Margarita.





                                                                                                   Toledo, 10 de junio de 1951
Estimada Margarita:
Al leer tu carta, sentí tu voz emanando de la tinta, el papel cobró vida entre mis manos temblorosas.
Entiendo cada una de tus palabras, cada dolor, cada frustración. Los caminos del destino nos son incomprensibles la mayoría de las veces, no tengo las respuestas que buscas. Cuando la misma  angustia que desprenden tus palabras me envuelve también a mi  suelo pensar que debe haber  otra vida, otro espacio, otro cielo bajo el cual algún día podremos vivir nuestro amor libremente. Tal vez sea infantil, tal vez ingenuo, pero eso me permite seguir respirando.
Sigue tu vida, alma mía, que en algún lugar, algún día, nos encontraremos, y ya nada ni nadie impedirá que seamos quienes somos, dos seres que se aman, más allá de los tiempos, más allá de la vida, más allá de todo…     
                                                                                                  Tuyo,
                                                                                                                     Antonio

viernes, 27 de abril de 2012

Para mi hija Iara


Remontó vuelo tu niñez
prendida en alas de mariposa
al cielo.
El camino que recorres
tiene mis huellas marcadas
en el suelo.
Tus sueños del pasado
tantas veces de lágrimas
empañados
son días soleados hoy,
salpicados de traviesas nubes blancas.
Cascabel de sonrisas
eres grito, eres ángel
eres yo y tú misma,
hija querida,
eres llama encendida.

¡Feliz cumpleaños!

domingo, 22 de abril de 2012

Y seguirá latiendo...




Caminé por el borde del precipicio.
Indefensa.
Temerosa.
Expuesta.
Temí.
¡Cuánto temí!
Enfrenté cara a cara a mi destino.
Estoy aquí, 
otra vez de pie.
Duele el cuerpo herido
mas el corazón permanece
ileso.
A pesar de todo
seguirá latiendo.

lunes, 16 de abril de 2012

Inmenso amor


Lo veía a diario. Y su amor por el sólo crecía y crecía. Lo miraba en silencio, sabía sus movimientos, conocía sus gestos de memoria. Cuando hablaba miraba fijamente su boca, imaginaba sus labios sobre los suyos, haciéndola estremecer. Cuando le daba un documento, se quedaba inmóvil, soñando que esas manos la acariciaban a ella
Por las noches, en su casa, antes de dormir, le bastaba cerrar los ojos para verlo aparecer, sonriéndole como sólo él sabía hacerlo, hablándole con esa voz que la envolvía, extasiándola. La realidad es que cruzaban pocas palabras, las necesarias. El nunca sacaba tema de conversación fuera de lo laboral, y ella no se animaba a hacerlo.
Lo amaba tanto que ya era doloroso. Llevaba meses enteros así, suspirando por él.  Su cuerpo temblaba ante su presencia, imperceptiblemente para todos, pero no para ella. El corazón se le agitaba en el pecho, sentía el fluir de la sangre a borbotones cuando él estaba cerca.
Una tarde sus compañeros organizaron una salida para todo el personal. A la noche se encontrarían en un pub. ¡Se sentía tan feliz! Era la oportunidad que tanto tiempo había esperado. Estar con Carlos, poder charlar con él acercarse finalmente a ese hombre que le quitaba el aliento.
Se arregló y se maquilló con esmero. Se puso un vestido rojo, escotado y sexy. Estaba seguro que se fijaría en ella. Hablarían toda la noche, se reirían a carcajadas, tomarían una copa, o dos, o tres, y luego… ¿Quién sabe? Estaba excitada, ansiosa. A las diez llegó. Vio a varios de sus compañeros que  le silbaron con admiración al verla entrar, ella ni se inmutó. Buscaba con la mirada a Carlos, el lugar no estaba demasiado iluminado, mas pronto lo divisó. Estaba con Jimena de Contabilidad. Estaban apartados del grupo, tomando y riendo animadamente. Ni siquiera la miró. Sintió su corazón deshacerse en pedazos. Vivió demasiado tiempo ilusionada, y ahora su sueño se hizo añicos, así, sin previo aviso, sin anestesia. Las lágrimas fluyeron, como si una compuerta se hubiera abierto de golpe. No podía detenerlas, tampoco le importaba demasiado hacerlo.
Regresó a su casa abatida. Se acostó y cayó rendida, en un profundo sueño inquieto.
A la mañana desayunó y se vistió para ir a trabajar. No se maquilló como era su costumbre. Tomó sus cosas y salió. Al llegar a la oficina notó con pesar que Carlos aún no había llegado. No quiso pensar en el motivo de su demora. No iba a torturarse más. Era una mujer adulta y entendía que había perdido. De niña había aprendido que no siempre se puede ganar. Carlos llegó y no pudo evitar que su corazón se acelerase. Se acercó lentamente, muy seria, pero decidida. Se paró frente a él, que la miró sorprendido. Tomó el arma que tenía escondida entre su ropa  y disparó...

domingo, 15 de abril de 2012

No puedo escapar...


Miedos que acechan

 
fantasmas que acosan

 
lágrimas que caen

 
gritos silentes.

 
Palabras que no pronuncio

 
silencios que acuchillan

 
imágenes que enloquecen

 
ausencias que atormentan.


 
Preguntas sin respuestas,

 
temores que arañan

 
dolores que atenazan

 
tristeza que ahoga.


 
Horas que corren

 
implacables,

 
no puedo escapar

 
aunque quiera.




Imagen: Atrapada - Oleo de Mariela Arosemena

viernes, 6 de abril de 2012

Liberarse...

Liberarnos
de  miedos
ataduras
carga pesada.
Liberarnos
de prejuicios
sometimientos
angustias, temores.
Liberarnos
de remordimientos
culpas
sinsabores
dolorosos recuerdos.

Ser libres
con palabras
y en silencio.

miércoles, 4 de abril de 2012

Mamá... Papá...

Los llamo,

temo que no vengan.

Quiero que me acunen

cual niña pequeña.

Quiero que me abracen

me contengan

que me digan

que pronto pasará.

Los llamo

vulnerable, temerosa,

necesito escucharlos...

que me acaricien

que me calmen.

Los llamo nuevamente

ansiando que vengan,

cruzando los tiempos

atravesando fronteras,

escucharlos decir

que todo estará bien

que no tema.



Imagen: Abrazo- Sandra Patricia Spinelli

lunes, 2 de abril de 2012

Sueños delgados

Margarita fue muy feliz con el nacimiento de su hija. Le puso nombre de princesa, tenía grandes sueños para ella.


Estefanía poseía una alegría contagiosa. Todos la querían, era simpática, era fácil quedar prendado de su sonrisa, su dulzura, su corazón tierno e inocente.

Cuando cumplió doce años, Margarita comenzó a llevarla a todas las pruebas y concursos posibles. Quería que su hija fuera una modelo famosa. Le contaba sus grandes planes, contagiándole su entusiasmo, imaginando verla en las tapas de revistas, en la televisión, todas sus amigas le envidiarían su suerte, su belleza, su éxito. Margarita y Estefanía soñaban juntas, con un futuro mejor.

A veces se tiraban en el pasto, de cara al sol, riendo e imaginando lo que podrían lograr. Eran felices.

A medida que pasaba el tiempo, y nadie las volvía a llamar, Margarita comenzó a ponerse nerviosa. Conocía de memoria la frase: "Nos pondremos en contacto con usted si su hija resulta elegida”. Sus días fueron tornándose hostiles, empezaba a verle defectos a su hija, y la retaba si comía. Poco a poco Estefanía perdió la alegría de vivir, se sentía culpable por defraudar a su madre, por no ser lo que esperaba de ella.

Cuando se sentaban a la mesa a comer, Margarita vigilaba cada bocado que su hija se llevaba a la boca, su cara se volvió amarga. Las sonrisas de la casa se habían volado por la ventana abierta.

Estefanía a veces se sentía famélica, comía todo lo que tenía a su alcance cuando nadie la veía, pero luego corría al baño a vomitar todo, expiando así sus culpas. Su cuerpo perdió la frescura, convirtiéndose en un esqueleto que la sostenía.

Una tarde, se produjo el milagro. La llamaron para que se presentara en un desfile. Estefanía tenía quince años, y estaba a punto de recorrer la pasarela de sus sueños.

El día soñado llegó, la casa había recuperado un poco de su anterior alegría, había emoción en el aire, hasta sonrisas tanto tiempo olvidadas.

Le pusieron un vestido diminuto, dejando ver su cuerpo huesudo, desgarbado. Todos parecían felices.

El corazón de Estefanía latía con fuerza, se sentía un poco débil y mareada. Trató de recordar cuando había comido por última vez...

La música era suave, acompañaba su andar lento y casi tambaleante. El público era grandioso, todos la miraban a ella, era el centro de atención. Nadie se perdió su caída acompañada de un murmullo colectivo de sorpresa.

Mientras la ambulancia llevaba a una inconsciente Estefanía al hospital, Margarita se lamentaba, murmurando para sí, como poseída "Estabamos tan cerca de lograrlo..."