jueves, 25 de julio de 2013

Venganza



Los escuché hablar. Al principio era sólo un murmullo, por eso no estaba segura. Luego lo oí claramente, pensaban deshacerse de mí. No lo esperaba, la decisión me tomó por sorpresa. No se molestaron en ocultarlo, ni dismular delante mio. Claramente manifestaron que supe tiempos mejores, y era hora de hacer algunos cambios, entre los cuales yo ocupaba un papel fundamental. Me sentí humillada, que poco valor daban a mi presencia, años de sostén, de apoyo, sin una queja cuando me aplastaban, o me pisaban despiadadamente. A veces eran varios juntos, y jamás me escucharon rechinar. Ni hablar de mi calidad indiscutible y años de servicio.
Pensé que debía darles una lección, por eso esa noche, cuando Carla se acostó sobre mí, con leves crujidos de mi noble madera  me la tragué de un sólo bocado. No me remordió la conciencia y ni siquiera  fue la primera vez ...

martes, 16 de julio de 2013

El paseo

- ¡No es justo!
- ¿De qué hablás?
- Todos disfrutando como locos y nosotras aquí sentadas, sin hacer nada.
- Así nos lo pidió mamita.
- Insisto, no es justo.
- Amelita mamita nos dijo que nos quedáramos aquí, sentaditas con las piernas muy juntitas.
- Amalia no decís nada?
- . . . .
- Amalita está sentadita tranquilita como nos pidió mamita.
- ¿Amandita queridita podrías dejar de hablar "en chiquito", que me pones nerviosita?
- Puedo  dejar de hablar en chiquito como vos decís, hermanita Amelita,  pero a mi me gusta hacerlo  y me sale así.
- ¿Podrían dejar de discutir por pavadas, y mirar a esos tres hombres que nos miran? dijo Amalia por fin.
Las tres miraron hacia donde Amalia indicó. En efecto, tres hombres elegantes las miraban insistentes, hablando entre sí,  tal vez esperando una señal para acercarse.
Amelia aplaudió entusiasmada, ¡por fin algo de acción!, en cambio Amanda inmediatamente apretó aún más las rodillas y dijo:
- Mamita nos pidió no hablar con extrañitos.
- ¡Basta por Dios Amelia! Si seguís así te vas a quedar soltera. Mirá esos hombres parecen buenas personas y extraños pueden dejar de ser apenas se acerquen y nos digan sus nombres, ¿no es cierto Amalia?
- Amelia tiene razón, Amandita, llevamos mucho tiempo aquí sentadas, y a mamá no la veo por ningún lado.

Los hombres se acercaron con paso decidido, llevaban unos sobretodos blancos, parecían delantales aunque no estaban seguras. Cuando pudieron asegurarse fue demasiado tarde.
Uno de ellos dijo: ¡Vamos chicas, es hora de volver a casa!

martes, 9 de julio de 2013

Un fantasma en el placard

La espiaba. Noche y día. Conocía sus pasos. Cada gesto. Cada movimiento. En la oscuridad del placard la imitaba. Reía como ella. La amaba y odiaba a la vez. La veía dormir. Peinarse. Hablar por teléfono. Soñar con su hombre. Por el agujerito de la cerradura de la puerta del placard. Se había instalado allí. Hace tiempo. Ella no lo sabía. Ni siquiera lo sospechaba. Pasaron meses. Años.
Una noche, mimetizándose con las sombras salió de su escondite. La miró por primera vez de cerca.
A la mañana siguiente nadie notó la diferencia.

lunes, 1 de julio de 2013

Reencuentro

No lo pensó demasiado. Fue un impulso, un arrebato incomprensible. Sin embargo metió el papelito en un hueco entre los dos asientos del autobús. No pensó más en él hasta  el  día siguiente. Metió la mano y lo sacó. Su sorpresa fue enorme al encontrar otro papel que le respondía. De ese modo se convirtió en una rutina. Todos los días escribía una nota y al siguiente encontraba respuesta.
La primera vez comentaba  que se sentía  incomprendido, y muy solo.No imaginó nunca que alguien lo leería y mucho menos le respondería.
La respuesta era comprensiva y cariñosa, y durante meses dos seres desconocidos tejieron una red de contención y apoyo mutuo. No sabían sus nombres, ni edades, sólo que viajaban a diario en un mismo recorrido, en diferentes horarios.
Manuel fue el primero en proponerlo, aunque Omar ya lo había pensado varias veces sin atreverse a mencionarlo. Dos almas solitarias, incomprendidas, necesitaban encontrarse cara a cara. Reconocerse no sólo a traves de sus palabras.
La cita era a las nueve de la noche en la calle Medrano al 900. A ambos les quedaba de camino a su casa. Manuel llegó primero, e instantes después llegó Omar. Cuando se vieron  quedaron pasmados, y tras vencer la sorpresa inicial padre e hijo se fundieron en un abrazo interminable.