domingo, 9 de octubre de 2016

Olaya al 1600

Comencé a recordarte hace unos días, cuando la nostalgia inundó mi sangre, recorriendo mi cuerpo, atravesando recovecos que ni siquiera sabía que existían.

No imaginé que podías generar semejantes sentimientos. Recuerdos que pronto se hicieron añoranza y más pronto aún, desnudaron ausencias.

Tus paredes guardan un mundo. Un mundo que quedó tan lejos… Sin embargo hoy rescaté retazos, armando un rompecabezas de imágenes que poblaron mi mente y mi corazón. Luego sucedió lo inevitable, las lágrimas no tardaron en aparecer, rociando con nostalgia los pedazos, las sonrisas, las ausencias, la necesidad de verte, sentirte, tocarte, aunque sólo sea una vez más.

El tiempo pasa y se escurre entre mis dedos sin que pueda detenerlo, dejando un reguero de dolor, de vacíos que ya nadie llenará, y recuerdos felices que anidan todos en mi alma, mezclados en un mapa de sentimientos que conforman mi vida.

Los cimientos son fuertes, albergaron sueños, peleas, reconciliaciones. Sostuvieron días de lucha, del diario vivir. Hoy cobijan a otros, ajenos, distantes, extraños…

En un lugar en el mundo hay una casa, en la cual viví, soñé, crecí, cuyos ladrillos guardan pedacitos de alma que nadie ve. Partículas invisibles de momentos que no volverán, que quedaron allí, atrapados para siempre.