martes, 28 de octubre de 2014

La desaparición


Salió al encuentro de la lluvia y desapareció. Le gustaba hacerlo. Escapaba por la ventana, y corría, corría, corría. Saltaba los charcos de la vereda, se empapaba hasta los huesos y después volvía a refugiarse en el calor del hogar. Podía tardar un rato o días en volver. Lo máximo fue una semana. Ya lo creíamos perdido y volvió sucio, más flaco, famélico y embarrado. Lo reconocí por sus ojos, que eran de un color amarillo brillante.
- ¿ Dónde está Simón?
- Apenas empezó a llover se escapó por la ventana.
Miré a mi mamá y vi un profundo pesar. Me pareció exagerado.
Cuando me fui a dormir, Simón aún no había regresado. Afuera lloviznaba. Volvió a mi mente la profunda tristeza de mi madre. Y entonces lo comprendí todo. Mi padre se había ido cuando yo tenía cinco años. Nunca volvió. Recuerdo que esa noche llovía, los truenos me despertaron y fui corriendo a su habitación. Encontré a mi madre llorando, sentada en la cama, abrazando sus rodillas. Le pregunté si ella también llovía. Mi madre se rió ante mi ocurrencia y me abrazó tan fuerte que me dolió. Nos quedamos dormidas. A la mañana siguiente  mamá  dijo:
- Tú papá se fue y no va a volver. Ahora sólo somos vos y yo. 
Nunca más volví a verlo ni supe más nada de él. Me levanté sin hacer ruido y fui a buscar a mi madre. Estaba sentada en su cama, abrazando sus rodillas. No lloraba. Sus ojos secos bastaban para expresar su dolor. Me acerqué y la abracé sin decir palabra.
Pasaron varias semanas.  Simón no volvió. Ya no lo esperabámos.
Una tarde tocaron la puerta de calle. Fui a abrir. Me quedé muda. Un hombre muy parecido a mi papá me sonreía. Sus ojos eran de color amarillo brillante, iguales a los de Simón, mi gato. 

lunes, 13 de octubre de 2014

La suerte de Felipe

Felipe es lo que todos llaman un tipo de suerte. Todo lo que hace le sale bien. Fue siempre así, en la escuela era el niño más querido, el de las mejores notas, el hijo más mimado. Ya adolescente tenía las chicas más lindas siempre revoloteando a su alrededor, los amigos lo adoraban y envidiaban al mismo tiempo.
Decidió estudiar abogacía y recibirse en cuatro años,y así fue.
A los veintisiete se enamoró de Estela, una joven hermosa y de buen corazón. Decidió casarse con ella. Y asi fue. No tardaron en llegar los hijos, sanitos y unos más lindo que el otro. Felipe quiso tres, y así fue. Un varón y dos nenas. Y así fue.
Su estudio de abogados era uno de los más reconocidos de la ciudad. Pronto amasó una gran fortuna. Construyó la casa de sus sueños, con jardín y pileta.
Felipe tenía todo lo que un hombre puede soñar. Triunfaba en cada cosa que se proponía. No sabía lo que era el fracaso, ni la desilusión. Desconocía el miedo, las preocupaciones, la incertidumbre.
Cuando cumplió cincuenta años su familia le organizó una fiesta fabulosa. Ya para entonces lo había decidido. Bailó y festejó con amigos, brindó con sus seres queridos y a las doce de la noche llamó aparte a Miguel, su hijo mayor.
- Quiero darte esto, dijo. Tendrás suerte en todo lo que emprendas. Viene de generación en generación y yo quiero entregártelo hoy.
- Papá ¿estás enfermo?
- No, claro que no. Aún no llegó mi hora (creo).
- ¿Entonces? No entiendo.
- Hijo, es tiempo que empiece a vivir, ¿no te parece?

miércoles, 1 de octubre de 2014

Asesina del amor

No podía permitir que él conociera mi secreto, hubiera sido demasiado cruel. Se enamoró como un gil, a mi también me pasaban cosas, sería estúpido negarlo. Nunca un tipo así se fijo en mí, y me dio pena desencantarlo. Hasta ahora mis relaciones con los hombres fueron un par de encuentros, sacarnos las ganas y seguir cada uno su camino. Siendo quien soy es impensable el cuentito rosa de la mujer casada, con hijos, una casa con jardín y perro. Siempre fui independiente, trabajo por encargo, y no le rindo cuentas a nadie. Cuando me pega la soledad voy a un bar y siempre engancho alguno para pasar el rato y acallar los fantasmas. Después vuelvo a lo mío, renovada y sin demasiadas cavilaciones. Esteban fue una novedad para mi. Un tipo guapo, trabajador y principalemente honesto no se había cruzado nunca en mi camino. No podía contarle mi verdadero trabajo, así que le mencioné la versión oficial: escritora de historias policiales. Por supuesto no le aclaré que en realidad soy la heroína de todos los cuentos. Esteban se entusiasmó con mi trabajo, (ficticio) y le conté unas cuantas historias (reales). Lo conocí en un bar que no suelo frecuentar, en una zona de ricachones, a la que fui después de liquidar a mi última víctima. Estaba realmente hambrienta, asi que  me metí en el primer lugar abierto que encontré sin pensarlo dos veces. Y ahí estaba él, cenando con un amigo. Cuando se levantó de la mesa chocamos, una cosa llevó a la otra y terminamos en su cama. Me pidió mi número y se lo dí. Estaba segura que no volvería a saber de él. Dos días más tarde me llamó y arreglamos para vernos. La cuestión es que hace tres meses que tenemos una relación. El quiere hacer de esto algo realmente formal, y por supuesto que yo me niego. Es lo mejor que me pasó en la vida, no hay dudas de eso. Sin embargo, esta noche me emborraché y le dije que lo nuestro no iba más. Y ahora sólo me queda llorar por mi mala suerte.