viernes, 28 de junio de 2013

Un amor desesperado

No fue como lo había soñado. Su mente navegaba entre un torbellino de imágenes desordenadas, burlonas, desafiantes…  Se levantó y comenzó a pasearse nerviosa por el cuarto aún en penumbras. Faltaba poco para el amanecer. El uniforme descansaba en una silla, pulcro y sin arrugas. Una risa amarga explotó en su garganta. Ese uniforme había sido testigo de las caricias furtivas, de los besos desesperados, de la necesidad imperiosa de sacárselo para poder entregarse a un amor de instantes, de placeres robados, olvidándose por un rato del mundo, de la guerra, de la esposa, de los hijos que la miraban sonrientes en las fotos que él le había mostrado. No quería sentirse culpable, explicándose a si misma que se sintieron abrumados  por una lucha sin sentido que los tenía en el centro de acción, entre misiles, órdenes, gritos, sangre, tanques y muerte.
La atracción había sido inmediata, absolutamente innegable para ambos. Aun así, cada uno eligió  darle la espalda, para no zambullirse en reproches, propios y ajenos.
Fueron asignados a la misma base militar, donde trabajaron incansablemente, ignorando el fuego interno, manteniéndolo a resguardo.
Esa noche en que la noticia de la muerte de Moti los abatió por completo pudo más la urgencia, la necesidad de vencer a ese fantasma que revoloteaba en el aire llevándose cada tanto a uno de ellos. Cualquiera podía ser el próximo. Ellos podían ser la siguiente víctima. El amor los envolvió como una manta, escondiéndolos del mundo, alejándolos de todo y de todos. El suelo frío, la humedad del cuarto, el olor a tierra sucia, la incomodidad... No hubieron velas, ni sábanas perfumadas ni suaves, ni música de fondo, y sin embargo, allí se consumó un amor verdadero, intenso, sin promesas, sin futuro… Un amor que definitivamente, en nada se parecía al que ella había soñado…

domingo, 2 de junio de 2013

Unidas y Des-unidas

En un lugar muy lejano, desconocido para los mortales, se reúnen hace años. Llegan desde todos lados del mundo, suelen agruparse por color. Esto se da naturalmente ya que no hablan, sólo se reúnen felices por haberse liberado al fin. No sienten remordimientos ni extrañan a quienes fueron sus dueños. Ellos, sus dueños, quedan confundidos ante su repentina ausencia, buscándolas infructuosamente hasta darse por vencidos, sin imaginarse su paradero.
El proceso es largo, requiere práctica y un esfuerzo descomunal para llegar finalmente al paraíso. Incluso saben que dejarán a su pareja de toda la vida y no volverán a verse jamás. Al ser colocadas en el lavarropas las más veloces se sumergen por un tubo angosto, oscuro, aterrador y a fuerza de no darse por vencidas y después de una larguísima y extenuante travesía llegan al tan ansiado destino: La isla de las medias perdidas.