La atracción había sido inmediata, absolutamente innegable para ambos. Aun así, cada uno eligió darle la espalda, para no zambullirse en reproches, propios y ajenos.
Fueron asignados a la misma base militar, donde trabajaron incansablemente, ignorando el fuego interno, manteniéndolo a resguardo.
Esa noche en que la noticia de la muerte de Moti los abatió por completo pudo más la urgencia, la necesidad de vencer a ese fantasma que revoloteaba en el aire llevándose cada tanto a uno de ellos. Cualquiera podía ser el próximo. Ellos podían ser la siguiente víctima. El amor los envolvió como una manta, escondiéndolos del mundo, alejándolos de todo y de todos. El suelo frío, la humedad del cuarto, el olor a tierra sucia, la incomodidad... No hubieron velas, ni sábanas perfumadas ni suaves, ni música de fondo, y sin embargo, allí se consumó un amor verdadero, intenso, sin promesas, sin futuro… Un amor que definitivamente, en nada se parecía al que ella había soñado…
Deseos irrefrenables, en un escenario que de seguro no es el que ella había imaginado, pero a veces las cosas suceden donde uno menos se lo espera. una historia muy interesante la que nos dejas amiga, un placer leerte.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Asi es, muchas veces las cosas pasan de la manera más impensada.
EliminarGracias Paraíso perdido :)
El amor es muy fuerte!!
ResponderEliminarUn saludo.
Muy fuerte, tal cual.
EliminarGracias Júpiter.
Quizá allí en esa estrepitosa circunstancia, empezó el verdadero amor. Extraordinario relato Gabriela, muy impresionante.
ResponderEliminarBesos!
Gracias Sara, me alegro que te haya gustado.
EliminarBesos
Me encantó tu relato,
ResponderEliminarAbrazos.
Muchas gracias Jorge.
EliminarAbrazo :)