martes, 8 de octubre de 2013

Tecnología moderna


Puse la foto en el escáner. Soy nueva en estos menesteres asi que seguí las instrucciones al pie de la letra. Apreté el botón de "scan" y esperé unos segundos. Saqué la foto y me quedé mirándola como una idiota. La imagen había desaparecido, es decir, no toda la imagen, aún estaba el tobogán y los árboles... ¿Cómo es posible? Compré el aparato para escanear fotos viejas, esas en blanco y negro. Tengo demasiado tiempo libre y pensé entretenerme, no imaginé nunca que podría borrar la imagen. Llamé a mi sobrino, le expliqué lo que me pasó y me dijo que era imposible, que me pusiera bien los anteojos. Me enojé, aunque no le dije nada. Era tarde, mañana iría a ver al vendedor para que me ayudara , asi que me fui a dormir. Dormir es una forma de decir, no pude pegar un ojo en toda la noche. Me levanté varias veces a ver la foto, imaginando explicaciones una más incongruente que la otra. A las siete de la mañana estaba lista para salir, di vueltas hasta las ocho, ya que el negocio no abría hasta las y media. Llegué cuando el muchacho terminaba de abrir. Le expliqué lo que me había pasado y me miró como si estuviera frente a una loca peligrosa. Saqué la fotografía de la cartera  y se la di.
- Señora – dijo exasperado, en esta foto hay un tobogán y unos árboles, no hay ninguna nena subida al tobogán.
-Eso ya lo sé, le dije. Lo que estoy tratando de explicarle, es que había una nena y desapareció, se borró...
-Es imposible, dijo categóricamente
-Estaba la nena subida al tobogán, puse la foto en el escáner y cuando la saqué la nena había desaparecido.
-Si no está conforme con el aparato no tiene que inventar semejante historia, traiga el escáner en su caja original y le devolvemos el dinero.
Me empujó amablemente hasta la puerta. Me sentí una idiota. Nadie me creía.
Volví a casa. Fui directamente al aparato. Levanté la tapa y miré en su interior. Nada.
¿Qué esperabas?  dijo una voz en mi cabeza, ¿que la nena te estuviera esperando?
Me preparé un té. Intenté relajarme, pensar con lógica, encontrar una explicación racional.
Nuevamente revisé el aparato minuciosamente, me fijé si tenía pegamento ( tal vez hubiera quedado la imagen pegada sin querer), miré si tenía alguna falla, algo que explicara lo que había pasado... Comencé a desesperarme. Estuve días yendo y viniendo, levantando la tapa y mirando adentro. Traje la lupa de Armando para una nueva y minuciosa revisación. Nada. Comenzaba a resignarme, a pensar que tal vez me hubiera equivocado de foto, que era imposible, que la nena nunca había exisitido, que me había confundido. Era la única explicación posible. me di un ultimátum, lo revisaría por última vez. Si no encontraba nada dejaría el tema por la paz. Me acomodé frente al escáner, levanté la tapa con mucho cuidado, y de pronto la vi. Al principio la imagen era borrosa, pero lentamente como si se pusiera en foco, se hizo clara y nítida. Allí no sólo estaba la nena de la foto subida al tobogán; también había otros niños que reían, corrían, se hamacaban y jugaban. Reconocí a varios, la nena del tobogán era yo misma de pequeña, allí estaba mi madre, y hasta creí ver a mi abuela de pequeña. ¡Se nos veía tan felices!...
La voz en mi cabeza preguntó, ¿cómo es posible que no los haya visto antes?
Y alguien desde algún lugar me contestó : Recién ahora nos ves  con los ojos del alma...

jueves, 3 de octubre de 2013

Sorpresa inesperada

Pablo regresa a casa después de un largo día de trabajo. Se encuentra una caja en el umbral y no tiene idea quién la ha dejado ahí ni por qué. Presuroso abre la puerta para ver que hay adentro, por un momento duda, y ¿si es una bomba?… Descarta la idea ya que no se considera un tipo importante para que alguien quiera matarlo justamente a él. La caja es pesada, la intriga aumenta. La pone sobre la mesa de la cocina, busca un cuchillo, comienza su labor de abrir la caja, una gota de sudor le recorre la sien, baja lentamente por la frente, la mejilla, y cae... plaf… se estrella en la caja entreabierta. Finalmente la abre, y mira adentro. Al principio no logra distinguir nada, temeroso introduce la mano húmeda y palpa el interior.  Toca algo duro, frío, lo saca y ve una piedra gris veteada de manchitas blancas. Vacía la caja alineando todo el contenido sobre la gran mesa de madera. Veinticuatro piedras, todas más o menos del mismo tamaño y diferente color. Las mira extrañado, intrigado, preguntándose quien pudo habérselas mandado y para qué.
De pronto por el rabillo del ojo le pareció ver un movimiento. Miró las piedras y efectivamente estas se movían formando un círculo. Comenzó a reírse. Seguro que sus compañeros de oficina le estaban gastando una broma. ¡Era eso!, había algún truco, algún mecanismo que hacía mover a las piedras, ellos simplemente querían divertirse a costa suya. Levantó una piedra para estudiarla más detenidamente, la dio vuelta, la miró de todos lados y no encontró nada, parecía una piedra, común y corriente, ¿cómo lo harían?
-          Me estás mareando- dijo una voz aflautada. Pablo soltó la piedra asustado.
-          Ouch – dijo la misma voz.

Pablo se levantó de un salto, haciendo caer la silla con un portentoso estruendo. Sigilosamente se acercó a la mesa, agachándose hasta quedar a la altura de las piedras. Quería observarlas de cerca, entender donde estaba el truco. Todo esto lo estaba poniendo más nervioso de lo que estaba dispuesto a reconocer.
-          No temas- dijo una voz más grave que la anterior- no queremos hacerte daño.
-          ¿Quienes son ustedes?
-          ¡Piedras! ¿Es que no nos ves?
-          Que yo sepa las piedras no se mueven y mucho menos hablan…
-          Ese es tu error, y el de casi todos los humanos. Por supuesto que nos movemos, y también hablamos pero pocos se toman la molestia de escucharnos…
-          Esto no es real, ¿estoy soñando, verdad?
La piedra de color marrón oscuro se acercó a Pablo y lo tocó.
-          ¿Puedes sentir?

Pabló solo asintió, incapaz de pronunciar palabra. Levantó la silla del piso y se sentó. Tomándose la cabeza con ambas manos dijo en voz alta, sin dirigirse a nadie en particular:
-          ¿Qué es todo esto? ¿Estoy hablando con PIEDRAS?
Las piedras formaron un semicírculo sobre la mesa, y la del medio comenzó a hablar:
-          Hemos viajado millones de años, hemos conocido reyes, castillos, doncellas, esclavos, hemos vivido guerras, batallas, hemos estado en campos, jardines, plazas, hemos visto todo y vinimos hasta aquí para contarte nuestras historias, te elegimos entre muchos humanos para que seas nuestro amigo.
Pablo no sabía si reír o llorar, todo esto le parecía un gran delirio, si era una broma era perfecta, y si era real era simplemente increíble.
Esa noche se fue a dormir sin ni siquiera cenar. No tenía fuerzas. A la mañana se preparó para ir a trabajar, y en la mesa vio las veinticuatro piedras tal cual las había dejado la noche anterior. Sonrió aliviado, tal vez todo fue producto del cansancio y en verdad todo no fue más que un sueño.

Al salir a la calle, escuchó voces extrañas, y al mirar al piso vio las piedras que en hilera habían venido a saludarlo.