Pablo regresa a
casa después de un largo día de trabajo. Se encuentra una caja en el umbral y
no tiene idea quién la ha dejado ahí ni por qué. Presuroso
abre la puerta para ver que hay adentro, por un momento duda, y ¿si es una
bomba?… Descarta la idea ya que no se considera un tipo importante para que
alguien quiera matarlo justamente a él. La caja es pesada, la intriga aumenta.
La pone sobre la mesa de la cocina, busca un cuchillo, comienza su labor de
abrir la caja, una gota de sudor le recorre la sien, baja lentamente por la
frente, la mejilla, y cae... plaf… se estrella en la caja entreabierta.
Finalmente la abre, y mira adentro. Al principio no logra distinguir nada,
temeroso introduce la mano húmeda y palpa el
interior. Toca algo duro, frío, lo saca
y ve una piedra gris veteada de manchitas blancas. Vacía la caja alineando todo
el contenido sobre la gran mesa de madera. Veinticuatro piedras, todas más o
menos del mismo tamaño y diferente color. Las mira extrañado, intrigado,
preguntándose quien pudo habérselas mandado y para qué.
De pronto por el
rabillo del ojo le pareció ver un movimiento. Miró las piedras y efectivamente
estas se movían formando un círculo. Comenzó a reírse. Seguro que sus
compañeros de oficina le estaban gastando una broma. ¡Era eso!, había algún
truco, algún mecanismo que hacía mover a las piedras, ellos simplemente querían
divertirse a costa suya. Levantó una piedra para estudiarla más detenidamente,
la dio vuelta, la miró de todos lados y no encontró nada, parecía una piedra,
común y corriente, ¿cómo lo harían?
-
Me estás mareando- dijo una voz aflautada. Pablo soltó la piedra asustado.
-
Ouch – dijo la misma voz.
Pablo se levantó
de un salto, haciendo caer la silla con un portentoso estruendo. Sigilosamente
se acercó a la mesa, agachándose hasta quedar a la altura de las piedras.
Quería observarlas de cerca, entender donde estaba el truco. Todo esto lo
estaba poniendo más nervioso de lo que estaba dispuesto a reconocer.
-
No temas- dijo una voz más grave que la anterior- no queremos hacerte daño.
-
¿Quienes son ustedes?
-
¡Piedras! ¿Es que no nos ves?
-
Que yo sepa las piedras no se mueven y mucho menos hablan…
-
Ese es tu error, y el de casi todos los humanos. Por supuesto que nos
movemos, y también hablamos pero pocos se toman la molestia de escucharnos…
-
Esto no es real, ¿estoy soñando, verdad?
La piedra de
color marrón oscuro se acercó a Pablo y lo tocó.
-
¿Puedes sentir?
Pabló solo
asintió, incapaz de pronunciar palabra. Levantó la silla del piso y se sentó.
Tomándose la cabeza con ambas manos dijo en voz alta, sin dirigirse a nadie en
particular:
-
¿Qué es todo esto? ¿Estoy hablando con PIEDRAS?
Las piedras
formaron un semicírculo sobre la mesa, y la del medio comenzó a hablar:
-
Hemos viajado millones de años, hemos conocido reyes, castillos, doncellas,
esclavos, hemos vivido guerras, batallas, hemos estado en campos, jardines,
plazas, hemos visto todo y vinimos hasta aquí para contarte nuestras historias,
te elegimos entre muchos humanos para que seas nuestro amigo.
Pablo no sabía si
reír o llorar, todo esto le parecía un gran delirio, si era una broma era
perfecta, y si era real era simplemente increíble.
Esa noche se fue
a dormir sin ni siquiera cenar. No tenía fuerzas. A la mañana se preparó para
ir a trabajar, y en la mesa vio las veinticuatro piedras tal cual las había
dejado la noche anterior. Sonrió aliviado, tal vez todo fue producto del
cansancio y en verdad todo no fue más que un sueño.
Al salir a la
calle, escuchó voces extrañas, y al mirar al piso vio las piedras que en hilera
habían venido a saludarlo.
Esto es para decir aquello de...¡ay si las piedras hablaran!
ResponderEliminarPorque cuantas historias interesantes nos contarían e incluso hechos en apariencia intrascendentes que nos pasan desapercibidos y que han sido capaces de mover el ritmo de los acontecimientos.
Me ha gustado mucho, veinticuatro veces mucho.
:)
Besos.
Seria muy interesante escucharlas...
EliminarBesos Marinel
Gabriela. Me tienes acostumbrados a tus relatos, éste particularmente me sorprendió igual que a Pablo. Una metáfora sobre lo que creemos inerte y tal vez tiene vida y una larga historia para contarnos. Seguramente otra piedra cargó la caja para dejarla ante quién piensan será el humano que podrá escucharlas.
ResponderEliminarExcelente como siempre.
Un gran abrazo.
Gracias Roberto!
EliminarBeso
Sorpendente relato!!! Cuanto nos podrian contar, pero quien nos creeria
ResponderEliminarUn abrazo
Nadie seguramente, estaremos locos?
EliminarBesos Lapis
Un interesante relato lleno de sorpresas, lo que menos esperaba es que la piedras hablasen.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, seguiré paseando por aquí con tu permiso.
Un abrazo
Por supuesto, bienvenido :)
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