La consigna para la próxima clase era escribir un cuento de terror. No dudó
que se trataba de una señal. Tenía tiempo de sobra para preparar todo, hasta el
más mínimo detalle. Estaba cansado de ser invisible para esos malcriados. Era hora
de demostrarles quién era él.
Llegó el lunes. Esperó que todos se sentaran en el aula, y hasta les dio
tiempo para leer algunos trabajos. Eso generaba un clima excepcional, que el
estaba dispuesto a aprovechar. Al quinto relato les cortó la luz, se escuchó un
grito de histeria. Los dejó en la oscuridad total unos minutos. Disfrutaba con
su miedo. Luego, agachado, enfocó la linterna bajo la ventana que daba al
jardín para que diera un haz de luz, dejando suficiente sombra. Se bajó la
capucha tapando sus facciones, y todo el fue un fantasma negro. Abrió la puerta
despacio, haciendo chirriar sus goznes, provocando que todos los mocosos
contuvieran el aliento. Hizo su entrada triunfal, como tanto la soñó. Ahora lo
veían, diecisiete pares de ojos estaban pendientes de él. Era la gloria.
De su bolso sacó una jaula, y la abrió. Decenas de ratas salieron
disparadas en todas direcciones, y los gritos se hicieron frenéticos. Varios se
subieron a los bancos, uno en su desesperación se trepó al ventilador del techo,
cayendo a los pocos minutos vencido por su peso, aplastando a varios de sus
compañeros, que quedaron desparramados en el suelo, sangrando.
El fantasma negro sacó una tijera y agarró a Lucía por el cuello, ella
comenzó a gritar desesperada, el profesor, haciéndose el héroe se sintió en la
obligación de defender a su alumna, mas recibió un fuerte golpe que lo tiró al
piso, inconsciente.
Tomó la larga trenza de Lucía y la cortó incrementando los gritos de su
víctima que lo hacían sonreír satisfecho. A ella le tenía especial tirria, ya
que pasaba a su lado cada mañana riendo y meneando su melena, indiferente, como
si él fuera un mueble más.
Al alto de rulos, le afeitó la cabeza, así borraría su sonrisa de
autosuficiencia. A Susana le hizo varios cortes con el filo de la tijera, la
sangre goteaba y dejaba surcos caprichosos en su ropa. A Cecilia le abrió la
boca y le pasó una ratita por la cara y la lengua. Ella que siempre venía con
su paquete de galletitas en los recreos convidando a todos menos a él. A Pedro
le clavó la tijera en la mano, la sangre brotaba a borbotones. No quería
olvidarse de ninguno. Las ratas chirriaban enloquecidas por los gritos, la
sangre, y el caos se hacía más y más estimulante.
Cuando hubo terminado con todos, algunos aliviándole el trabajo, yacían
inconscientes, otros gritaban histéricos, muchos lloraban y alguno que otro
rezaba. Salió de la clase y sacándose la capucha y el traje negro, quedó con su
uniforme de guarda de la escuela, encendió la luz y regresó a la clase,
alertado por los gritos vino a ver si necesitaban ayuda…
Que a gusto se quedó.
ResponderEliminarOye, da para una peli.
Me ha gustado mucho.
Besos.
Jajaja, vos escribis el guión Toro?
EliminarBesos
´Qué bueno, Gamyr. Me ha aterrorizado, jaja, es broma. Me encantó. Como dice Toro es un buen guión de película.
ResponderEliminarbesos
Me alegra amig@mia que te haya gustado :)
EliminarBesos
Muy bueno; y bien escrito. Da miedo!!!
ResponderEliminarfeliz 2014!
;o)
Feliz 2014 Marilyn!
EliminarBesos
Bien llevado, un relato ágil que incita a seguir leyendo.
ResponderEliminarUn gusto volver a leerte.
Abrazos
Gracias Susana, el placer es mio :)
EliminarAbrazo.
¡Que miedo! Además el personaje llega a ser muy real y las ratas han hecho que sintiese escalofríos Brrrrr.
ResponderEliminarBesazo
Que bueno Dolega, esa era la idea! Me alegra haberlo logrado.
EliminarBesos