Margarita fue muy feliz con el nacimiento de su hija. Le puso nombre de princesa, tenía grandes sueños para ella.
Estefanía poseía una alegría contagiosa. Todos la querían, era simpática, era fácil quedar prendado de su sonrisa, su dulzura, su corazón tierno e inocente.
Cuando cumplió doce años, Margarita comenzó a llevarla a todas las pruebas y concursos posibles. Quería que su hija fuera una modelo famosa. Le contaba sus grandes planes, contagiándole su entusiasmo, imaginando verla en las tapas de revistas, en la televisión, todas sus amigas le envidiarían su suerte, su belleza, su éxito. Margarita y Estefanía soñaban juntas, con un futuro mejor.
A veces se tiraban en el pasto, de cara al sol, riendo e imaginando lo que podrían lograr. Eran felices.
A medida que pasaba el tiempo, y nadie las volvía a llamar, Margarita comenzó a ponerse nerviosa. Conocía de memoria la frase: "Nos pondremos en contacto con usted si su hija resulta elegida”. Sus días fueron tornándose hostiles, empezaba a verle defectos a su hija, y la retaba si comía. Poco a poco Estefanía perdió la alegría de vivir, se sentía culpable por defraudar a su madre, por no ser lo que esperaba de ella.
Cuando se sentaban a la mesa a comer, Margarita vigilaba cada bocado que su hija se llevaba a la boca, su cara se volvió amarga. Las sonrisas de la casa se habían volado por la ventana abierta.
Estefanía a veces se sentía famélica, comía todo lo que tenía a su alcance cuando nadie la veía, pero luego corría al baño a vomitar todo, expiando así sus culpas. Su cuerpo perdió la frescura, convirtiéndose en un esqueleto que la sostenía.
Una tarde, se produjo el milagro. La llamaron para que se presentara en un desfile. Estefanía tenía quince años, y estaba a punto de recorrer la pasarela de sus sueños.
El día soñado llegó, la casa había recuperado un poco de su anterior alegría, había emoción en el aire, hasta sonrisas tanto tiempo olvidadas.
Le pusieron un vestido diminuto, dejando ver su cuerpo huesudo, desgarbado. Todos parecían felices.
El corazón de Estefanía latía con fuerza, se sentía un poco débil y mareada. Trató de recordar cuando había comido por última vez...
La música era suave, acompañaba su andar lento y casi tambaleante. El público era grandioso, todos la miraban a ella, era el centro de atención. Nadie se perdió su caída acompañada de un murmullo colectivo de sorpresa.
Mientras la ambulancia llevaba a una inconsciente Estefanía al hospital, Margarita se lamentaba, murmurando para sí, como poseída "Estabamos tan cerca de lograrlo..."
Ay, esos padres que no ven más allá de su ambición...
ResponderEliminarBesos.
Es horrible... hay que pensar en la salud, no es las deseadas metas. ¿De qué te sirve llegar si lo haces de esta manera tan fea? Qué mal :S y lo cierto es que hay muchas historias como esta...
ResponderEliminarUn beso
El mensaje es precioso y muy necesario amiga.. BRAVO..
ResponderEliminarUn abrazo
Saludos fraternos..
Que disfrutes de las vacaciones..
Hay padres asi, que no ven más alla de ellos mismos, pagando el precio sus propios hijos y una gran parte de la sociedad que exige párametros de moda tan perniciosos.
ResponderEliminarBesos Toro
Lamentablemente si Natalia, hay muchas historias como esta.
ResponderEliminarBesos
Gracias Adolfo, absolutamente necesario.
ResponderEliminarLamentablemente hay muchas Estefanías por ahí. Recuerdo hace muy poco una modelo brasilera que se desmayó en un desfile y murió después de varios días en coma.
ResponderEliminarMuy buen relato. Bien llevado y contado.
Gracias por visitarme y comentar
Tamally maak
Cuantasniñas engañadas por los centimetros de seres despiadados llamados creadores de modas. Un beso.
ResponderEliminarA Margarita la tenían que haber dejado sin comer un tiempecito a ver si así comprendía al fin el alcance de su locura...
ResponderEliminarQué terrible que todo esto sea cierto!
Besos.
Es terrible Marinel, que la gente no tome conciencia del daño hasta que ya es demasiado tarde, y a veces ni aún ahi.
ResponderEliminarBesos