Como siempre apurada alcancé el tren, segundos antes de la partida. Encontré
un asiento libre y aterricé en él con todos mis bártulos. Cuando terminé de
acomodarme presté atención al hombre que tenía sentado frente a mí. Me estaba
mirando. Fijo. Casi no parpadeaba. Pensé que en mi apuro había descuidado algo
de mi aspecto. Me pasé la mano por el pelo, tratando de acomodar mis mechas
revolucionadas. Nada. Seguía mirándome. Me miré el atuendo, todo estaba en su
sitio. Seguía observándome. Me sentía incómoda. No era correcto preguntarle
nada. Le enfrenté la mirada en un intento de hacerle ver que me molestaba. Ni se
inmutó.
Tenía unos treinta años, pelo muy corto, oscuro, ojos penetrantes,
tristes. Estaba afeitado y pulcramente vestido. Pinta de sátiro no tiene
me dije en un intento de darme ánimo.
Le sonreí. No pareció importarle. Seguía inmóvil, tieso, mirándome.
Intenté mirar por la ventana, y por el rabillo del ojo espiarlo. No dejo un
sólo instante de mirarme, ni uno sólo. ¿Se habrá enamorado de mí? ¿Estará
pensando como declararme su súbito amor? No, no es posible, me hubiera
sonreído, dado una señal, algo...
Saqué un libro, leí un par de líneas,
no podía concentrarme. Sus ojos me atraían como un imán. Lo espiaba
escondida, amparada por las letras de James Robertson. Guardé el libro, no me
servía de escudo frente a su mirada, que parecía perforarme.
Trate de recordar si esta mañana me había puesto desodorante. No tenía
olor desagradable, al contrario, me había bañado y lavado la cabeza, mi aspecto
era el de una chica normal, un poco distraída y apurada sí, pero nada fuera de
lo común. ¿Qué le pasaba a este hombre que no me sacaba la vista de encima ni
un instante? Miré a mi alrededor, nadie parecía reparar en nosotros, nadie en
el tren notaba nada raro. Traté de tranquilizarme, aunque era difícil con este
hombre mirándome así.
Miré el reloj, nueve y media, en diez minutos llegaría a destino. Diez
minutos. Estaba alterada. Comencé con una mueca pequeña, casi imperceptible.
Nada. Le saqué la lengua. Nada. Le hice mi famosa cara de mono que a mis
sobrinos hace desternillar de risa. Nada. Si no fuera porque tenía los ojos
abiertos pensaría que estaba dormido. Llegamos. Espere unos instantes, demorándome
en agarrar mis cosas, dándole tiempo para que me dijera algo. El se puso de
pie, desde algún lugar sacó su bastón, lo desplegó y se fue.
Hay veces que todos somos ciegos en algún momento y no vemos lo que tenemos delante por mirarnos demasiado a nosotros mismos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato.
Mil besos.
Lo peor es ser ciego de corazón.
ResponderEliminarBesos.
Cierto Metamorfosis, los ciegos somos muchas veces nosotros mismos.
ResponderEliminarUn abrazo
Tal cual Toro, quien es ciego de corazón no tiene nada.
ResponderEliminarBesos
me imagino que tu admirador el pobre debe ser ciego espero ver como sigue me gusta mucho
ResponderEliminarbesossssssssssssssssss
Marina
A veces estamos tan ciegos y tan idos, que no valoramos ni sabemos apreciar lo que tenemos enfrente de la cara.
ResponderEliminarBesos GaMyr.
Me ha gustado mucho tu historia. No me esperaba ese final, aunque realmente no tenía ni idea de lo que podía ocurrir. Qué ideas tienes :)
ResponderEliminarY también me quedo con el comentario de METAMORFOSIS. Lleno de razón.
Un abrazo =)
Marina, no tengo ningún admirador, jajaja. Es todo ficción ;)
ResponderEliminarEs triste pero es así Rafa.
ResponderEliminarJajaja, gracias Natalia :)
ResponderEliminarMe ha encantado el relato..y el final genial...
ResponderEliminarUn cálido abrazo
Te deseo una feliz semana ...con mi
ResponderEliminargran afecto y amistad un cariñoso
abrazo amiga gracias
Marina
Muy buen relato.
ResponderEliminarCada vez con más frecuencia, esta vorágine de vida que nos envuelve, apenas nos deja tiempo para "mirar" a los demás con los ojos del corazón.
...tan entretenidos estamos en nuestro propio ombligo.
Tus historias saben retratar la realidad.
Un abrazo, GaMyr.
Hola GaMyr!
ResponderEliminarMuchas veces suele suceder que nos llevamos este tipo de sorpresas...
Lindo relato...
Vos también viajás en el Sarmiento? :-)
Beso grande!
RoB
Gracias Marina, lo mismo para vos :)
ResponderEliminarGracias Sneyder
ResponderEliminarEstamos inmersos en una vorágine que no nos deja ver.
ResponderEliminarGracias Juglar
Jajajaja, Rob, no, me queda un poquito lejos...
ResponderEliminarBeso