viernes, 25 de noviembre de 2011

Delfines


Paseaba por la estación de tren. Su aspecto despertaba el rechazo inmediato. Era de estatura media, zapatillas blancas con rayas plateadas, medias blancas, una pollera acampanada marrón que le llegaba a los tobillos y una camperita de algodón de color naranja. Llevaba el pelo corto, un poco más corto que la altura de los hombros, y era evidente que necesitaba un lavado. Entre los labios y la nariz una línea oscura no pasaba desapercibida. En el tren se sentó al otro lado del pasillo, a mi derecha. Sacó el teléfono celular mientras se balanceaba de una manera extraña. En la siguiente parada, un hombre se sentó frente a ella. Vi como la miraba, pero no dijo nada. Traía un vaso de café y unos sobrecitos de azúcar.  Parsimoniosamente, comenzó a echar los sobrecitos en el vaso. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Quedaba aún uno más sin abrir.  Todos lo miraban. Nadie decía nada. El mismo habló:

      -  Me parece suficiente
      -   Sabé que no es nada sano lo que estás haciendo. Vas a tener diabetes
- A mi me gusta el café dulce.
- No es sano. Yo le pongo media cucharadita o una. Por eso soy flaca.
- Yo también soy flaco.
- Pero vas a tener diabetes. Hasta los caramelos como sin azúcar.
El hombre sonrió. Ella me miró y me dijo:
- ¿Tengo razón o no?
Asentí. No estaba segura de querer tener un dialogo con ella. Me puse a pensar que la había prejuzgado. Hablaba con coherencia. Sabía lo que decía.
Siguió dialogando con su compañero de viaje. Deje de prestarles atención.
Me sacó de mis pensamientos
- ¿A vos que te parece?
- que cosa?
- Lo que conté
- No sé , no escuché
- Ayer estuve en el banco, no me quieren ampliar el descubierto. Yo gano dos mil quinientos pesos. Tengo un ahorro que aumenta todos los meses. Y me dicen que hay una nueva ley que no permite ampliar el descubierto.

Era evidente su necesidad de hablar. ¿Que tenía que ver yo con todo eso? Siguió contando a cualquiera que quisiera escucharla, pero mirándome a mí.
- Keren- me dijo la empleada del banco, Keren soy yo. Es una nueva ley. No puedo ayudarte. La plata me la da el Ministerio de Acción Social. Me la dan todos los meses. ¿Por que no pueden agrandarme el descubierto?
Imaginé a la empleada del banco, ¿le habrá tenido esa paciencia?
Sacó un cuaderno y empezó a garabatear algo. Se lo mostró al hombre del café. Seguían hablando. No los escuchaba. En un momento perdí de vista al hombre. Keren seguía dibujando, arrancó la hoja y me la dio.
- Que es? me preguntó
- Un delfín
- Es para vos.

Le sonreí y lo guardé en mi bolso. Siguió dibujando, mientras decía que era diseñadora gráfica. Repartió sus dibujos a otros pasajeros. Después me dio varios más a mí. Me dijo que me iban a traer suerte.
Se levantó y se fue a seguir repartiendo delfines y encontrar gente dispuesta a charlar y escuchar sus historias.

16 comentarios :

  1. Guárdalo como un amuleto.
    Te dará suerte y te recordará la generosidad de alguien que regalaba lo único que tenía: su arte y su afecto.
    Me encantó la historia.
    Un abrazo

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  2. Los tengo guardados. Gracias Juglar.
    Otro abrazo para vos

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  3. Excelente relato. Estigmas que nos hacen mal.

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  4. que chévere, yo voy a dibujar una carita sonriendo para recordarme que siempre debo hacerlo y la voy a repartir primero en casa.

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  5. Cierto, vivimos prejuzgando por el aspecto. Gracias Dany.

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  6. Es una buena idea David, no debemos olvidarnos de sonreir.

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  7. Que relato más jugoso
    Si a mi me pasara algo así
    con un personaje
    tan locuaz y generoso.
    Tengo tema para una entrada. Ja
    me alegra que la hayas contado.

    ¡Porfa! vuelve a tomar ese tren
    quiero más historias como estas

    Un abrazo

    Tamally maak

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  8. Me alegra Daniel que te haya gustado el post. Tu entusiasmo es contagioso, jajaja.
    Un beso :)

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  9. "El hábito no hace al monje" suelen decir pero a veces, las más, prejuzgamos. Seguramente han de traerte suerte sus dibujos que eran tal vez, su inmensa necesidad de comunicación y afecto. Un abrazo.

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  10. Es cierto, la mayoria de las veces juzgamoa a la gente por su aspecto, sin conocerla realmente.
    Un abrazo Alma

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  11. Creo que los raros somos nosotros.
    No te parece?

    Besos.

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  12. ¡Cómo somos capaces de hacer juicios tan alegremente!, es tremendo.
    Guárdalo como oro en paño, porque lo es.
    Un beso.

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  13. por eso siempre me digo, vivir y dejar vivir. Bello relato

    besotes

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