jueves, 27 de octubre de 2011
Un encuentro placentero
Me acoste, cerre los ojos. Sus manos comenzaron a recorrer mi espalda. Eran fuertes y suaves a la vez. Lograban liberar toda la tensión acumulada. Era un placer magnífico, adictivo. Apretaban, acariciaban, subian, bajaban, en circulos, intensos, suaves. Cuantas sensaciones! Era evidente que sabía lo que hacía, no era un improvisado. Su cuerpo era tambien imponente, debia tener las mujeres que quisiera. .. No quería desconcentrarme, no debia importarme tampoco. Volví a relajarme, a sentir como cada músculo se aflojaba, agradeciendome esa liberación.
Antes de que me diera cuenta terminó. Me levante con pereza, casi como si estuviera volando. Me sonrió. Le devolvi la sonrisa. Le pague y combinamos para la semana que viene, a la misma hora.
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¡Qué envidia!
ResponderEliminar¿Dónde está ese masajista?
En estos tiempos tan agitados, es conveniente llevar una tarjeta en el bolso... por lo que se pueda presentar.
Un abrazo.
Uuuuufff.
ResponderEliminarDime cuando vuelve...
Y que pasa...
Tamally maak
Jajaja, Juglar, despues te paso el número :)
ResponderEliminarOtro abrazo para vos.
Te aviso Eduardo.
ResponderEliminarUn cariño.
se siente muy real. bien por ti. ;)
ResponderEliminarEs imaginación pura David !
ResponderEliminarUn cariño.
Devolviendo una visita tuya hecha a mi blog, me encuentro con este sugestivo, atrayente relato que, como ese masajista sin nombre, seduce. A uno, como lector, le es tremendamente fácil ponerse en situación, lo cual habla bien del relato: transmite sensaciones. Un abrazo, nueva amiga.
ResponderEliminarGracias por tan halagadoras palabras.
ResponderEliminarOtro abrazo para vos.