martes, 8 de mayo de 2012

El vestido


Todas hablaban al mismo tiempo. Reían. Eran felices. Contaban ilusionadas lo que cada una llevaría puesto, describían zapatos y accesorios. Yo las miraba un tanto alejada. Ellas no me veían y yo prefería el anonimato.  El baile de fin de curso era en una semana. Los chicos en el patio se mantenían ajenos al alboroto.
Alguien puso una mano sobre mi hombro. Me sobresalté, de tan ensimismada en mis pensamientos que estaba. Levanté  la mirada y me encontré con los ojos de Gladys, mi maestra. Ella me tomó de la mano y me llevó aparte. Me pidió que a la tarde fuera a su casa. Estaba intrigada. Y fui. Allí me esperaba con su gran cálida sonrisa. No dijo palabra, me condujo a una gran habitación, y justo en el medio, en un perchero, colgaba un hermoso vestido de fiesta.
Es un poco antiguo-  me dijo Gladys, pero es tuyo si lo querés. La miré perpleja y la abracé llorando. Tiene su historia, continuó diciendo, y realmente me gustaría que lo usaras. Me haría muy feliz. Cuando tenía tu edad, para el baile de fin de curso, mi padre no tenía plata para comprarme un vestido. Mi madre había fallecido cuando yo tenía dos años. Ni siquiera se lo mencioné a mi papá porque sabía que lo pondría muy triste. Así que unos meses antes, a la salida de la escuela, comencé a trabajar, para juntar plata. Volvía a casa agotada, me quedaba dormida en clase y mis notas se rebelaron. La maestra citó a mi papá. Nunca le conté la verdad, pero de alguna manera lo averiguó. Pocos días antes del baile, comprobé que la plata que había juntado no me alcanzaba para comprar ni los botones. Lloré en mi habitación toda la noche. Mi papá seguía sin decir palabra. Todas mis amigas estaban emocionadas, no hablaban de otra cosa. Al regresar esa tarde del colegio, arriba de mi cama, encontré un paquete. Me probé entre lágrimas un hermoso vestido, que abrazó mi piel. Este vestido. Tu vestido.

Cuando llegué al baile, muchas miradas se posaron sobre mí, risitas, cuchicheos y codazos eran apenas disimulados.
Andrés se acercó y me invitó a bailar. Me sentí en las nubes, nada me importaba, todo a mí alrededor desapareció… 

16 comentarios :

  1. Bonito relato GaMyr, y aunque la pobre pasó lo suyo con el vestido, al final fue feliz. Por cierto el vestido precioso.

    Un beso.

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  2. :)

    Conmovedora historia.
    Aynssssss

    Besos.

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  3. Que tierna histoira, auqnue comenzo triste tuvo final feliz como me gusta
    Un abrazo

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  4. Finales felices nos gustan siempre Lapislazuli. Esta vez se dio.
    Besos

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  5. Una nueva versión en moderno de la Cenicienta, uno de mis cuentos de hadas preferido.
    Bonito relato, Gamyr.
    Besos

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  6. Preciosa historia. Lo que no haga una madre.... Un beso.

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  7. Me encanta que acabase bien a pesar del sufrimiento.
    Son cosas que parecen nimiedades,pero no lo son y marcan a una jovencita,¿verdad?
    Besos.

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  8. Si todas las historias tuvieran un final feliz...Ya no importa como comenzaron...


    Un cálido abrazo

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  9. Te pareció Cenicienta? Ni lo pense ;)
    Besos amig@mi@

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  10. A esa edad Marinel, estas cosas son sumamente importantes. Con el tiempo, aprendemos, o lo intentamos al menos, darles importancia en su justa medida.
    Besitos

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  11. Jajaja, Sneyder, los comienzos difíciles se olvidan?
    Besito

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  12. Es una historia un tanto triste tanto por lo que vivió la maestra y lo que vive la joven... pero sin duda, es preciosa y me ha gustado mucho :) Qué bueno que la ayudara. Se puede decir que así actuó como si fuese su madre y eso es muy bonito.
    Entiendo la importancia que tiene para una joven lo del baile, aunque no completamente porque aquí no se hacen estos bailes como salen en las películas. Pero lo que puede ser más parecido... son los pasos de ecuador y eso sí que conozco, y es importante el tema del vestido y todo para sentirse guapa y bien de acorde a la situación :)
    Un abrazo, amiga

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  13. Claro, siempre hay un acontecimiento así en la vida de las jovencitas, y es de suma importancia para ellas.
    Besos amiga Natalia ♥

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