
Carla se había casado muy enamorada. Un noviazgo relativamente corto, y un proyecto de vida en común. Durante varios años fue muy feliz, recordaba con nostalgia, preguntándose cuando dejó de serlo. Era una duda que hacia tiempo tenía. Pero se obligaba a si misma a seguir adelante, a no revolver demasiado en el cajón del inconformismo. ¿Cuando había dejado de ser aquella para convertirse en esta? La rutina había engullido su vida, y la de Marcos. Día tras día un mismo ritual, apenas un lacónico buenos días, preparar el desayuno para dos, Marcos termina de cambiarse y luego se sienta a leer el diario, mientras toma el café con leche y una tostada. Exactamente siete minutos después se levanta, se pone el saco y se va, con un apenas audible saludo. Ya tenía cronometrado el tiempo, estudiado sus gestos, aprendido sus movimientos de memoria, era casi gracioso sino fuera todo tan triste. Luego a preparar una segunda vuelta, sus hijos medio dormidos, enfurruñados por tener que levantarse temprano. Desayunaban sumidos en sus pensamientos, en sus obligaciones, sin hablar. Una vez que se iban, empezaba su día, una ducha, maquillarse mientras el espejo le devolvía una bella pero triste imagen, vestirse y salir a trabajar. Después volver a casa, con algunos comestibles comprados apresuradamente en el camino, y seguir la misma rutina, como una autómata, lavar la ropa, limpiar la mesa, colgar la ropa, preparar la cena, poner la mesa, lavar los platos, preparar las viandas, ordenar un poco, planchar… La lista era larga…tediosa…asfixiante. Nadie con quien hablar, nadie con quien reír, nadie a quien contarle su día, nadie, nadie, nadie…
Una casa en silencio. Soledad de a dos. Conocidos desconocidos. Extraños.
Marcos estaba tan poco en casa, y cuando estaba era lo mismo, trabajaba duro para que a ella y a sus hijos no les faltara nada. Evidentemente no se daba cuenta, o tal vez, no quería darse cuenta. que en realidad, les faltaba lo más importante. En una época solían salir en la semana, ir al cine, a cenar, encontrarse con amigos. Con el tiempo esas salidas se fueron espaciando, y luego dejaron de ser, por cansancio, por falta de tiempo, excusas, sólo excusas. Sentía que era en parte culpa suya, hasta ella se había alejado de sus amigas, dedicando todo su tiempo y energías al hogar. Hoy se preguntaba para
que, por que, y tenía miedo de saber la respuesta.
Imagen: Desamor - Adela Casado