Salí tarde de trabajar, estaba agotada. Pero la noche invitaba a caminarla. Decidí que era más tentador, en vez de subirme a un colectivo abarrotado, transpirado y asfixiante, con varias almas apuradas por llegar a destino.
Miré el cielo, las estrellas me parpadeaban cómplices, sabiéndome extenuada, me animaban a seguir. Caminé unas cuadras y me alejé del centro. Me percaté de pronto de un silencio inusual, de una negrura cavernosa, que distaba mucho de ser placentera. No soy miedosa, pero el ruido de mis tacos comenzó a tener un cierto eco llamativo, preocupante diría yo. Me di vuelta y no vi a nadie. Seguí caminando convenciéndome a mi misma que el cansancio me estaba volviendo paranoica. Estaba alerta, aguzando mis sentidos, no podía relajarme. Percibía una presencia.
Mi casa estaba aun lejos, y no había autos, ni luces, ni bares abiertos. Me encontraba absolutamente sola, desprotegida. Apuré el paso, y ahí fue evidente que alguien me seguía, no era mi imaginación. Intenté pensar racionalmente, tranquilamente, pero mi mente no estaba colaborando. Volví a mirar hacia atrás, y vi una figura que se acercaba. Me pareció familiar pero no lograba identificarla. Me quedé paralizada, parecía que mis pies habían echado raíces al comprender quien se acercaba de prisa. Esto no tiene nada de malo ni de extraño, dije, claro que no, es mi padre, solo que el esta muerto hace ya diez años.
Por qué de ese modo? Me da miedito...
ResponderEliminarBesos.
Jajaja, no es para tanto.
ResponderEliminarUn abracito.
He leído hoy y me parece Interesante e imagino después en tu pensar,la mente es tan infinita creo yo.
ResponderEliminarBuen dia.
Saludos.