La carta

Marina era feliz. Enamorada y amada por su esposo y sus tres hijos. En la oficina tambien era apreciada por su desempeño y simpatia. Nada faltaba en su vida. O asi lo creia.


Una mañana al llegar al trabajo encontró sobre su escritorio una rosa. Miró a su alrededor, buscando una sonrisa cómplice. Pero nadie parecia reparar en ella. Pensó que tal vez habia pasado por alto alguna fecha, pero al no encontrar ningún motivo terminó sumiendose en sus quehaceres y olvidandose por completo del tema. Solo unos minutos antes de terminar su horario reparó en la flor misteriosa que adornaba su escritorio.

Volvió a casa. Otra larga lista de tareas la esperaba.Mientras cenaban pensó en comentarle a Eduardo el tema de la rosa, pero optó por no decir nada. El interrogatorio sería demasiado engorroso. Se dijo a si misma que no tenía nada que ocultar, pero aún asi no quiso pasar por un cuestionario para el cual no tenia respuestas.

Durante toda  la semana encontró en su escritorio otras sorpresas: un chocolate, un osito de peluche, hasta que finalmente una carta atada con un gran moño prometia las respuestas que estaba buscando. Y no se equivocó. Marina leyó una carta de amor tan conmovedora que las lágrimas acudieron prestas, esas líneas la describian tal cual ella sentia y pensaba. El remitente la conocía casi mejor que ella misma. Ese dia llegó a casa más tarde, una reunión de último momento la retuvo demasiado. Extenuada, encontro a su amado esposo mirando la televisión, mientras sus hijos permanecian en sus habitaciones entretenidos vaya a saber con que.

Solo pensar que debia preparar la cena le dio escalofrios. Ella solo queria darse una ducha y acostarse. Pero el deber de madre y abnegada esposa se lo impedian.
Esa noche, le costó conciliar el sueño, las frases de la carta aún la conmovian. Los ronquidos de su marido no ayudaban. Se levantó y se preparó un te. De pronto, casi como una revelación, comprendió que no era tan feliz como pensaba.