Todos me miran, pero nadie se detiene. Están muy apurados. He probado todo, pero nada resulta. Creí que la viejita ayer me llevaría, pero fue otra vana ilusión. Al menos me trajo un vasito con leche, que me calmó un poco el hambre pero me dejo un sabor amargo, de soledad.
Aun me acuerdo de esos chicos, que al principio nos divertimos y jugamos juntos, pero luego se volvieron crueles, todavía puedo escuchar sus risas que me provocan escalofríos. Si no fuera por ese buen señor que pasó por allí, no se que seria ahora de mi. Por eso nunca más volví a pasear por esa calle…
Muevo la cola a todos los que pasan, sonríen y… siguen de largo. Unos pocos se detienen y me acarician, pero luego se van, como los otros.
La tristeza me aprieta el estómago, tanto como el hambre. Yo solo quiero un lugar para dormir y comer, y a cambio voy a dar todo mi amor.
Yo se que puedo, soy capaz de darle alegría a los niños y también a los grandes. Solo necesito otra oportunidad. Reconozco que soy un poco travieso, pero yo solo quería jugar, no pensé que se enojarían tanto por ¡un zapato!…
Oh, ahí se acerca un nene, y su mamá lo mira sonriente. Tal vez, tenga otra oportunidad…